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QUÉ SIGNIFICA LA PASIÓN

Esta es la semana en la que recordamos el sufrimiento y la muerte de Jesús. Acostumbramos llamarles a estos acontecimientos la “Pasión” de Jesús.

Qué extraño nos resulta usar la palabra “pasión” de esa manera. En las canciones populares casi siempre se refiere al amor romántico. De acuerdo a la manera cotidiana de hablar, también podríamos aplicar esta palabra a la ira. Cuando los tabloides hablan de “crímenes pasionales”, se refieren a acciones provocadas tanto por el amor como por la ira.

Todos estos sentidos de la palabra “pasión” tienen algo en común. Se trata de cosas que nos suceden y que están fuera de nuestro control. Cuando la ira o el amor se apoderan de nosotros, nuestra mente se debilita, sufrimos los efectos de esto y soportamos lo que tenemos que soportar.

De manera semejante sufrimos el dolor o una enfermedad. Es algo que se apodera de nosotros y hacemos lo que podemos por detenerlo, pero nos enfrentamos a ciertas limitaciones. Lo que no podemos curar o controlar, lo sufrimos.

En este sentido, la pasión es algo que debe ser soportado. El filósofo Peter Kreeft dijo que la esencia del sufrimiento es que “no es mi voluntad”.

Así que esta es la Semana Santa y el memorial anual de la Pasión de Jesús y de su sufrimiento, las lecturas de este primer día de la semana establecen los términos del drama. Nos presentan a Nuestro Señor como un hombre inocente, que se caracteriza por su mansedumbre, cuya bondad parece ser una provocación para las personas que se inclinan hacia el mal.

El profeta Isaías, que escribió siglos antes de que naciera el Mesías, lo vio a él a futuro como alguien que “No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea”.

Y resultó ser cierto. Jesús no representaba una amenaza creíble para nadie. Sin embargo, en el Evangelio de ayer lo vemos sufrir. Él sufre un reproche injusto por parte de uno de sus discípulos: por parte de un ladrón llamado Judas.

Jesús era la bondad por esencia, la mansedumbre por naturaleza. Sin embargo, con el tiempo llegaría a alterar todo el orden mundial. A través de su sufrimiento, llegaría a trastocar todos los valores mundanos.

De su pasión surgiría una nueva civilización, edificada por los mártires —esos hombres y mujeres que sufrieron como Jesús— que entregaron sus vidas por amor. Ellos introducirían ideas revolucionarias en el mundo: la dignidad humana, los derechos humanos, la igualdad de la mujer. Establecerían instituciones que nunca antes habían existido: los hospitales, orfanatos, hospicios, albergues y universidades.

Esos cristianos fueron mansos, como su Maestro. Pero por su mansedumbre heredarían la tierra. Ellos fueron los primeros en conquistar el mundo, no por la fuerza de la violencia, sino por el poder persuasivo del amor, probado en el sufrimiento.

Presten mucha atención a las lecturas que habrá durante la Semana Santa. Ahí se revela a Jesús, que soportó la violencia del pecado, que padeció por acciones que no eran su voluntad.

Por esa pasión, él prevaleció. Al entregar su vida, él lo ganó todo, no para sí mismo, sino para aquellos a quienes amaba. Para ustedes y para mí.

De él aprendemos esta semana cuál es el único camino a seguir. Hemos de ser como él en su Pasión. San Pablo dijo: “Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte” (2 Cor 12,10).