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¿QUÉ ES UN OBISPO?

En sus tres años de ministerio público, Jesús atrajo a grandes multitudes a escuchar sus enseñanzas. De los que lo escucharon, un menor número eligió comprometerse con él. Estos fueron sus discípulos. Ellos adoptaron su disciplina, su forma de vida y vivieron de acuerdo a su doctrina. De entre todos esos discípulos, él eligió a doce, que serían los líderes. En los Evangelios se les llama apóstoles o a veces simplemente, “los Doce”.

Jesús se identificó muy de cerca con estos hombres. Él les dijo: “El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lucas 10,16). Por el poder del Espíritu Santo, les dijo: “serán mis testigos… hasta los últimos rincones de la tierra” (Hechos 1, 8).

Él les dio a los Apóstoles una autoridad extraordinaria, que se extendió más allá de la tierra e incluso hasta el cielo. Les dijo: “todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mateo 18,18). Les dijo también: “A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Juan 20, 23). El perdón de los pecados era un poder que sólo le pertenecía a Dios (ver Marcos 2, 7-10), pero en ese momento, él se lo otorgó a una docena de hombres.

Y esto no iba a cesar cuando ellos murieran. La historia de la Iglesia en el Nuevo Testamento, es decir, los Hechos de los Apóstoles, comienza cuando es llenado el hueco dejado por la muerte de Judas. “Que su cargo lo ocupe otro” (Hechos 1, 20).

Entonces vemos que el cargo de obispo era necesario en la Iglesia establecida por Jesús y que los obispos hablaban con la autoridad de Jesús mismo.

Esto no significa que los obispos sean perfectos. La Iglesia lleva todos sus tesoros en vasijas de barro (2 Corintios 4, 7) y los defectos de los Apóstoles son exhibidos en los escritos de los Apóstoles. Pedro era, tanto cobarde como tempestuoso. Judas era un ladrón, un mentiroso, un tramposo y un traidor. Todos los Doce, excepto Juan, huyeron el Viernes Santo y dejaron a Jesús indefenso y solo.

Pero el Señor resucitado no los descartó ni buscó mejores candidatos. Él los perdonó y los envió como portadores de su rostro y de su voz, de su propia persona, para alcanzar a todo el mundo.

Los obispos que ocupan ese cargo hoy en día son sucesores de los apóstoles. Conocemos la doctrina de la Sucesión Apostólica no solamente por haberla visto en el Nuevo Testamento, sino también porque fue enseñada por uno de los hombres establecidos en el cargo por los propios Apóstoles. San Clemente fue ordenado por Pedro y Pablo para prestar su servicio como obispo de Roma. Cuando él escribió en el siglo primero, dijo: “Nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo que habría conflictos en el desempeño del cargo de obispo. Por esta razón, después de haber recibido un conocimiento previo completo, nombraron hombres para este cargo, y luego proporcionaron una sucesión, para que, si estos se llegaran a adormecer, otros hombres aprobados los sucedieran en el ministerio”.

Desde entonces hasta la fecha, la cadena de la sucesión nunca se ha roto. Ningún obispo es perfecto. Todo obispo tiene defectos, tal como los apóstoles. Pero cada obispo actúa en la persona de Cristo. Cada obispo está llamado a ser un punto de unidad en la Iglesia local que se le ha confiado. Cada obispo es un maestro y un baluarte contra la confusión.