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¿Qué es la resurrección del cuerpo?

Muchos no cristianos creen que el alma es inmortal. Incluso personas que no tienen ninguna religión en particular, admiten que tienen una creencia instintiva en el más allá. Hay algo fundamentalmente humano en esto. Algo dentro de nosotros sabe que la muerte no es el final.

Pero la fe cristiana es más exigente que eso.

La fe cristiana revela mucho más y nos exige mucho más.

Los cristianos no sólo creen en la supervivencia del alma, sino también en la resurrección del cuerpo. Creemos que los humanos son creaturas compuestas de cuerpo y alma. Estos elementos son separados al morir; el alma es desunida del cuerpo, por lo cual la vida humana no puede continuar. Pero llegará el día en que el alma y el cuerpo se reúnan y en que la vida comience nuevamente.

Nuestros credos hablan de esto con mayor precisión. Si los recitáramos en el griego original, diríamos que creemos en la resurrección, no simplemente “del cuerpo”, sino “de la CARNE”. La palabra griega para decir carne (sarx) era evocadora. Podía ser usada para describir la carne que cuelga en una carnicería.

En el credo significa la carne que está adherida a nuestros huesos. En 1274, el Concilio de Lyon declaró claramente: “Creemos en la verdadera resurrección de esta carne que ahora poseemos”. Esta carne resucitará. No será otra cosa ni la carne de otra persona. Será esta carne y la amaremos como nuestra.

Cuando Jesús resucitó, lo hizo con el cuerpo que su madre lo había dado a luz, con el cuerpo en el que había sido crucificado. Todavía tenía sus heridas (ver Juan 20,27), pero ya no perturbaban su marcha. Los poetas cristianos dicen que lucía sus cicatrices como joyas, como trofeos de su victoria.

“La carne es el eje de la salvación”. Así lo dijo uno de los primeros cristianos. Y nuestro Catecismo insiste en el punto de que: “Creemos en Dios que es el creador de la carne; creemos en el Verbo hecho carne para rescatar la carne; creemos en la resurrección de la carne, perfección de la creación y de la redención de la carne.” (Nº. 1015).

El último día resucitaremos con nuestros cuerpos, ya glorificados.

Creemos no sólo en la supervivencia del alma, sino también en la resurrección del cuerpo. Fuimos creados para vivir por siempre y para encontrar la paz y la satisfacción de una manera que es completamente humana, tanto en la carne como en el espíritu. Fuimos creados para esto, y nada más nos servirá.

La promesa de la Pascua es la promesa de esa resolución de vida, de esa realización en la presencia eterna de Dios.

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